Este es Roland.
Roland es un perrín de
tamaño mediano, de pelo largo y suave como su carácter. Es un animal que no
llama la atención, uno de los llamados invisibles. No es ni demasiado viejo ni
demasiado joven, ni grande ni pequeño, ni el más guapo ni el más feo. No es
especialmente juguetón, Roland no ladra, no hace ruido, es discreto, como te he
dicho, Roland, no llama la atención.
Roland entró en la
protectora en el 2005 cuando tenía unos meses, entró con sus hermanos, pero
mientras ellos encontraron una casa Roland tuvo que quedarse en una jaula. Como
tantos otros. Tampoco Roland es en eso especial. Sin embargo Roland es un
animal singular. Roland es un perro fuerte que aún no ha tirado la toalla.
Cuando lo conocimos en marzo de 2013 Roland llevaba casi 8 años en Langreo, y se había configurado una rutina en la protectora que era lo que él consideraba su hogar. Roland es un perro muy tímido, su único contacto con los humanos había sido a través de trabajadores y voluntarios en Pajomal.
Roland no estaba preparado
para el mundo de los hombres. La primera noche que estuvo en casa Roland no
pudo dormir porque no entendía que era lo que se esperaba de él, daba vueltas y
más vueltas alrededor de las habitaciones y los muebles, y aunque se acercaba a
ti si lo llamabas y comía si le ofrecías, no sabía lo que tenía que hacer. Lo
bañamos y lo peinamos y Roland se dejaba hacer. Roland no se resiste, pero
tampoco se da por vencido.
Roland tenía mucho miedo
en la calle, demasiados ruidos, demasiados coches, demasiadas personas haciendo
ruido y conduciendo coches. Roland tiene miedo en la calle. Se siente inseguro
en los espacios abiertos. Tiene agorafobia o una especie de síndrome del encarcelado.
Roland tiraba de la correa como los perros errantes, desconociendo su rumbo,
solo pensando en marchar. Hubo que atar a Roland con la misma correa que la que
iba a ser su guía en este nuevo mundo. Y Nanda aguantaba los tirones de su
nuevo y nervioso compañero, hasta que Roland cedió, y se acomodó a su paso, y
entendió que lo único que tenía que hacer era lo que hacía el otro perro que lo
acompañaba. Y pasó otra noche, y Roland se sentía algo mejor, se alegró cuando
nos despertamos y movía una cola larga que hasta entonces había tenido
escondida entre las patas. Confieso que me alivió. Que había llegado a pensar,
este animal está sufriendo, no podemos obligarlo a hacer esto, pero si Roland
se enfrentaba a sus miedos, ¿quién era yo para negarle ese reto? La segunda
noche Roland se echaba cerca de nosotros, junto al sofá.
Han pasado 7 meses desde
que conocemos a Roland, y cada día nos sorprende con un pequeño logro. Roland
va superando sus miedos. A Roland ya le gustan las terrazas, sigue habiendo
mucha gente pero sabe que la gente significa comida y salchichas! ¡Qué dios
bendiga a las salchichas cuanto le debemos al señor Campofrío y al señor Oscar
Mayer! Roland ya sabe muchas cosas, sabe que la gente significan mimos, y él
nunca renunció a sentirse querido. Roland no se separa de ti. Es un perrín
cariñoso y dulce. Roland es un perro valiente aunque él muchas veces no lo
sabe. Va superando cada día las trabas de la vida humana. Roland sabe estar en
una casa, solo hay que llegar y echarse en el cuarto en el que estén los
humanos. Roland ha aprendido que no importa cuántos humanos haya, ni cuánto
ruido hagan. Roland ha aprendido que la tele y la radio son un murmullo lejano
que puede ayudarte a conciliar el sueño. Roland aprendió que la guitarra hace
música, y que no hace daño. Roland aprendió el primer día que la nevera es un
cofre de regalos, y sabe distinguir desde el primer día el sonido de la puerta
del frigorífico al despegarse. Roland sabe que aunque la calle le estresa es su
baño, sabe que al caminar se va a tropezar coches, y humanos, y motos y
bicicletas, pero sabe que la correa que lo une a su humano y a su perro guía es
inquebrantable y omnipotente.
Roland sabe compartir
comida y cama con su perro guía y con los amigos de este. A veces Roland aún se
pone nervioso, y entonces mordisquea algo, si en ese momento alguien lo
corrige, Roland baja la cabeza avergonzado, como un niño al que han pillado
mordiéndose las uñas. Roland ya sabe muchas cosas. Roland sabe viajar en coche,
sabe que hay que subirse de un salto en cuánto la puerta se abre y quedarse
quieto cuando el coche se pare. Roland no se marea, solo mira por la ventana o
se acuesta. Roland sabe viajar en coche compartido y no le agobia tener
acompañantes en espacio reducido, ha hecho un máster durante 8 años.
Roland SÍ es un perro
especial aunque haya mucha gente que aún no lo sepa. Roland es cariñoso y leal,
es un perro bonito y suave y dulce y tímido y se alegra tanto cuando te
levantas por las mañanas que se olvida de todos sus miedos. Roland duerme junto
a mí en el sofá. Él y Nanda se quitan la cama más cercana a los humanos. Roland
sigue desafiando a quiénes piensan que no puede aprender cosas nuevas, que no
puede encontrar una casa o quien le quiera. Roland tiene quien le quiera,
aunque tenga que seguir buscando una casa. Hace dos semanas superó su último
reto: Roland sabe subirse al ascensor. Ahora viaja en montacargas. Roland es
todo un urbanita.
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